MARTES SANTO 2014. CARRERA OFICIAL

IMG_0106w1La estación de penitencia de este año quedará en los anales de la Hermandad Universitaria, y en los de la propia Semana Santa de Córdoba, por haber entrado por vez primera en carrera oficial, el Martes Santo 15 de abril de 2014. Solicitó esta primera venia, mediante documento, por ser hermandad de silencio, el Diputado Mayor de Gobierno N. H. Juan Carlos Jiménez Díaz, actuando de testigo N. H. Magdalena Hidalgo Martínez.

Por la mañana estuvo la iglesia abierta, para permitir la veneración de nuestros SagradosIMG_0084w Titulares. Se recibió la visita del Grupo Municipal Socialista, encabezado por el concejal D. Francisco Alcalde Moya y la de la Junta de Gobierno de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba, encabezada por su presidente, D. Francisco Gómez Sanmiguel. A media mañana hicieron una ofrenda floral los miembros del grupo Córdoba Cofradiera, integrados por estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, mayoritariamente de Historia del Arte. Así mismo hicieron entrega de sendos ramos de flores las hermandades del Buen Suceso, Cister, Santa Faz y Vía Crucis.

Por la tarde se habían citado los hermanos a las 16:00 horas para la investidura de túnicas y la celebración, a las 17:00, de la Misa del Paso, presidida por el Rector del Juramento, M. I. Sr. D. Fernando Cruz-Conde y Suárez de Tangil. Al ofertorio se tomó juramento a tres nuevos hermanos y se impuso la medalla de la Hermandad a otros cuatro, que cumplían los dos años de antigüedad. Puntualmente se abrieron las puertas del Juramento de San Rafael a las 18:25, para que el fiscal de cruz marcara el inicio de la procesión al son del muñidor. El recorrido era idéntico al del año anterior, con la salvedad de girar en Capitulares para hacer entrada en la carrera oficial. El día era espléndido, con sol radiante velado a ratos por nubes. El público, debido a la hora y al día, era radicalmente distinto del que nos seguía el Jueves de Pasión, pero igualmente respetuoso y sorprendido por la austeridad del cortejo.

Tras el sol de Realejo, que iluminaba con inusitado resplandor las imágenes, hizo parada la Hermandad en la puerta de San Andrés, a la que salió una representación de la Hermandad del Buen Suceso con estandarte y ya revestidos los hermanos, puesto que tenían fijada su salida media hora después. Una vez pasado puntualmente el palquillo de entrada avanzó perfectamente agrupada la procesión subiendo la calle Nueva, camino del singular calvario de las Tendillas. Al culminar la elevación, con el sol de la tarde mirando de frente al Señor y a Nuestra Señora, se hacían exactamente vivas las palabras de Isaías, que recoge la liturgia del Viernes Santo, hasta el punto de sugerir una crónica mística de cuanto la Hermandad representó en aquel momento:

“Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído. ¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, como varón de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo”. (Is, 52, 13-15; 53, 1-8).

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Cerraba el cortejo el Rector del Juramento, D. Fernando Cruz-Conde, acompañado por dos acólitos, parte de un grupo de diez seminaristas pertenecientes, como en años anteriores, al Seminario Redemptoris Mater Nuestra Señora de la Fuensanta. Como se sabe, el Seminario se sirve en la iglesia de San Pedro de Alcántara, donde estuvo radicada la Hermandad desde sus inicios hasta 2012. Tras la presidencia eclesiástica figuraban N. H. D. Eulalio Fernández Sánchez, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, D.ª Amalia Hidalgo Fernández, Vicedecana de Organización Académica y Estudiantes de la Facultad de Derecho, D.ª Carmen Galán Soldevilla, Vicerrectora de Internacionalización y Cooperación, y D. José Carlos Fernández Roldán, en representación del Hermano Mayor de la Ilustre Hermandad de San Rafael.

En su estación en la Catedral se dirigió la Hermandad primero a la capilla de Villaviciosa, lugar donde fue consagrado el templo como Catedral en 1236. A continuación, girando hacia el este, continuó hacia la parroquia del Sagrario, donde los hermanos adoraron al Santísimo. La Hermandad nació ligada a esta parroquia, a la que pertenece su casa de Hermandad y en la que se encarga actualmente de Cáritas parroquial. Tras la íntima estación en la Catedral, recibió a la Hermandad un numeroso público congregado en torno a la Puerta de Santa Catalina, que asistió con respetuoso silencio al paso de la procesión. Con este mismo tono transcurrió la vuelta a la sede canónica, salteado el silencio por sentidas saetas.

A las 23:25 h. el fiscal de cruz llamó a la puerta del Juramento e hizo entrada la procesión. Concluyó, como es tradicional, con las preces de acción de gracias dirigidas por el Hermano Mayor y el canto de la Salve Regina. Laus Deo.

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