SÁBANA SANTA DE TURÍN

POSIBLE SÍNTESIS DE PROCESOS SUGERIDOS PARA LA IMAGEN DE TURÍN

Esquema de la ponencia presentada por el P. Manuel Mª Carreira Vérez, S. J. al II Congreso Internacional «La Sábana Santa», Universidad de Lima, 31 de agosto a 2 de septiembre de 2010.

Lima, miércoles, 1 de septiembre, 2010.

Tras muchos años de discusiones e hipótesis acerca de la imagen de la Síndone, parece que ninguna explicación por sí sola explica sus propiedades más importantes. Por tratarse de un objeto único (por lo menos en el sentido de que no se conoce otro paño mortuorio con una imagen similar) y que nunca se ha presentado para evaluación científica un resultado convincente de conseguir duplicarlo, tal vez una combinación de ideas desde varios puntos de vista pueda sugerir un proceso complejo para dar una descripción cualitativa de cómo se formó la imagen. Así se podría al menos analizar tal modo de pensar para aclarar puntos discutibles o incorrectos. En cualquier caso, lo que aquí se presenta no será “Ciencia” en el sentido estricto de la palabra (algo que puede someterse a prueba experimental) aunque intente evitar cualquier ciencia ficción o presuposiciones arbitrarias, “ad hoc”.

Con posibilidad de una formulación más exacta, comenzaré con una lista básica de las propiedades de la imagen que creo deben tenerse en cuenta:

1.- La imagen de un hombre, frontal y dorsal, existe como un color amarillento un poco más oscuro en la superficie (las fibrillas) de los hilos de lino que componen el lienzo. No hay pigmento alguno añadido y el color no llega a afectar aun el espesor total de un hilo. El color puede disolverse químicamente (con diimida) y dejando celulosa blanca y sin alteración. Puede darse color en un hilo mientras otro adyacente no lo tiene.

2.- La imagen simultáneamente muestra detalles a niveles sorprendentes y también la codificación de información tri-dimensional que relaciona la densidad de color con la distancia plausible de la tela a un cadáver, sobre todo en la imagen frontal.

3.- La imagen del cuerpo muestra una rigidez –“rigor mortis”- que parece imposibilitar el contacto de la parte dorsal con una tela plana puesta sobre una superficie dura horizontal, en especial bajo las rodillas flexionadas.

El desarrollo de estos tres puntos implicaría lógicamente:

1-A.- Según Ray Rogers, el color se debería a la reacción de vapores cadavéricos (amínicos) con una capa superficial de polisacáridos típica del apresto utilizado al preparar el hilo de lino para tejerlo. Este apresto se encontraría en forma diversa en las varias madejas de hilo, y se acumularía en la superficie de la tela cuando se lavó y se puso a secar tras blanquearla. Las reacciones de Maillard son de esperar en la tumba y se ven afectadas por la temperatura (cualquier energía adicional). La falta de uniformidad del apresto explicaría bandas de diferente intensidad e incluso el que hilos contiguos tengan diferencias de color.

2-A.- El detalle de la imagen puede explicarse solamente en dos formas: o por la emisión de radiación (corpuscular o electromagnética) en haces colimados (paralelos), o por contacto de la tela con el cuerpo. No hay razón lógica de suponer que un cadáver produzca ningún tipo de emisión colimada, y sólo según la vertical (hacia arriba y hacia abajo). El contacto simultáneo del lienzo con todo el cuerpo es muy poco probable y produciría distorsiones evidentes. La ausencia de imágenes laterales es otra razón que indica que el lienzo no estaba ajustado al cuerpo al formarse la imagen.

Las propiedades de tridimensionalidad son incompatibles con el contacto simultáneo del lienzo con el cuerpo. Podrían explicarse por la emisión en haces colimados de una radiación muy específica que el aire absorbiese rápidamente, dando así una indicación de distancia. Pero ya queda dicho que no hay razón de suponer que se den tales rayos colimados, ni tampoco de que sean del ultravioleta de vacío que tendría el coeficiente de absorción adecuado.

3-A.-  Para explicar que haya habido contacto de la mitad inferior de la Sábana con las piernas rígidas en flexión, se ha propuesto que gran cantidad de  algún material (plantas o paquetes de aromas) se colocó bajo el lienzo, adaptándolo a la forma del cuerpo. Ambas propuestas son poco razonables: las prácticas judías no permitían dejar en la tumba plantas vivientes y parece una forma muy extraña de honrar un difunto muy querido el poner bajo su cadáver montones de maleza o sacos de polvos. Ni hay razón lógica de que nadie se preocupase porque el lienzo tocase toda la espalda del cuerpo.

Las hipótesis parciales propuestas para explicar las propiedades de la imagen aquí descritas,  pueden reducirse a tres en una forma elemental:

A.- El color se debe a reacciones de Maillard. Pero la simple difusión de gases no explica el detalle observado (Rogers mismo lo admitió), pues un gas se difunde  en todas direcciones.

B.- Algún tipo de energía –asociada con el hecho único de la Resurrección- fue la causa de que se formase la imagen, bien por una “descarga de corona (Fanti: a miles de voltios casi por contacto) o por una serie de rayos ultravioleta (Jackson) que se emitieron sólo en la dirección vertical (sin afectar las supuestas reacciones de Maillard). La única razón de tal energía sería un milagro que produciría la imagen.

C.- La imagen se formó mientras la mitad superior del lienzo caía a través del cuerpo vuelto “mecánicamente transparente” en el momento de la Resurrección (Jackson). La imagen dorsal se produce sin movimiento de la tela ni del cuerpo.

Si recurrimos a un milagro para producir la imagen, la discusión queda simplemente fuera del ámbito de la lógica científica. Sería más directo y sencillo decir que un milagro produjo la imagen en la tela, sin introducir una etapa milagrosa anterior. Si esto se considera satisfactorio, terminaría aquí esta discusión. Pero tal vez podamos avanzar un poco más si usamos algunas ideas básicas de Filosofía y Teología, acerca del concepto de espacio y de la Resurrección. Quienes exigen que se hable sólo de lo experimentalmente verificable (incluso excluyendo a Dios de sus esquemas mentales) no deberán perder el tiempo leyendo lo que sigue.

Comencemos con la idea de espacio. En  la Física actual el concepto de materia abarca partículas, energía, vacío físico, espacio y tiempo: todo cuanto puede ser afectado en algún modo por alguna de las cuatro interacciones que observamos (gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil). Toda actividad física ocurre en el marco de espacio y tiempo, e implica algún cambio energético y un intervalo temporal. El movimiento se detecta por cambios en relaciones de distancia y sólo el movimiento relativo puede ser observado y tiene efectos físicos. Pero todo cambio relativo presupone un cambio absoluto previo en uno al menos de los términos de la relación: si los términos permanecen como eran, la relación es la misma. No se discute esto en Física cuando se habla de cambios de posición, e incluso en Filosofía es lo común el decir que cambios de lugar no implican cambio alguno real en el cuerpo que se mueve. Esto es claramente ilógico, y el mismo Einstein reconoció que, por detectar solamente movimientos relativos, “con mayor brevedad, pero con menor exactitud” se puede decir que no hay movimientos absolutos. Pero si nada se mueve absolutamente, tampoco puede haber movimientos relativos. Y puede inferirse la existencia de algo no directamente observable.

Como consecuencia debemos admitir que hay “algo” que ancla a una partícula en un lugar concreto del espacio físico. Podemos referirnos a ello con el apelativo de “carga espacial”, no detectada en ningún experimento, pero lógicamente necesaria, como la “carga de color” que no es detectable directamente pero que se acepta para distinguir entre sí los diferentes quarks con su adecuación para causar reacciones concretas. Y esa propiedad espacial debe implicar algún tipo de energía que podrá manifestarse en las circunstancias adecuadas.

Pasamos ahora al ámbito de la Teología cristiana. El resucitar a un muerto, devolviéndolo al nivel de vida normal (una re-vivificación, como la de Lázaro) debe distinguirse de una Resurrección que transforma el modo humano de existir, estableciendo la realidad total del hombre –cuerpo y alma- fuera del marco de espacio y tiempo (véase el Catecismo de la Iglesia Católica, no. 645). Esto es lo que profesamos respecto a Cristo, como fundamento de nuestra Fe cristiana: un concepto totalmente nuevo, que fue difícil de aceptar aun para los Apóstoles, que se les impuso por la evidencia de ver a Cristo vivo, pero capaz de hacerse visiblemente presente a ellos o no, a su arbitrio, sin limitaciones físicas. Por esta convicción dieron ellos su vida y sobre ella descansa el desarrollo del Cristianismo durante 2000 años.

Cuando cada partícula material del cuerpo humano deja de estar en el espacio y en el tiempo, debe –primeramente- perder aquella “carga espacial” como algún tipo de mínima energía, no especificada, y ese cambio debe ocurrir en un intervalo de tiempo (no cero). El cuerpo será entonces inmune con respecto a las fuerzas físicas que siempre actúan en el espacio-tiempo: desaparecerá de su envoltura de lienzo en la tumba, dejando la tela plana donde estaba, como se describe en el Evangelio de Juan.

El volumen ocupado previamente por el cuerpo retendrá, tal vez por un tiempo mínimo, una distribución de energía correspondiente a cada partícula en su posición propia, reflejando todas las estructuras orgánicas ya desaparecidas. La repulsión electromagnética, que causa la aparente impenetrabilidad de la materia en nuestra experiencia, ya no actuará para sostener la parte superior del lienzo mortuorio, y la tela caerá a través de aquel espacio siendo afectada sucesivamente por los diferentes niveles de energía residual que corresponde a las estructuras corporales, y que será de intensidad decreciente como función del tiempo y, consecuentemente, de la distancia. Esta energía favorecerá las reacciones de Maillard que producen el color, dando así la información tridimensional pero manteniendo el detalle, porque en cada punto el efecto ocurre por contacto sucesivo del lienzo con el lugar propio de cada partícula corporal.

Es ahora lógico el considerar un segundo efecto de la desaparición del cuerpo. Debe darse un vacío parcial entre las dos partes de la sábana, aunque la tela sea porosa y el espacio contenga ya aire. La presión atmosférica tiende a llenar ese vacío y producirá un colapso de ambas mitades del lienzo hacia el centro, aplanando la tela y tendiendo a separarla lateralmente del volumen ocupado por el cuerpo. Así no se forma imagen de los lados ni de la parte superior de la cabeza, pero el vacío debe “absorber” la mitad inferior hacia la espalda. La lámina superior cae por efecto doble, de la gravedad y de la presión atmosférica, mientras la inferior se eleva por succión contra la gravedad, más lentamente y una distancia menor. Como consecuencia, la imagen frontal tiene propiedades tridimensionales más pronunciadas.

Nada semejante ocurre con el Sudario, “enrollado aparte en su propio lugar”, que no tiene imagen. Pero ninguno de los lienzos se descolocó o movió de donde estaba originalmente, sino que la sábana queda plana, sin el bulto obvio de un cuerpo bajo ella, y este hecho lleva a que Juan y Pedro se den cuenta de que no hubo robo alguno, sino el cumplimiento de la predicción de Cristo de que resucitaría: “Vio y creyó”, dice Juan, con la frase típica que solamente se usa en su Evangelio como reacción adecuada a lo que Cristo hace o dice.

En esta propuesta, la imagen es el resultado natural del cambio físico de estar en el espacio-tiempo a un nuevo modo de existencia. No hay un milagro directamente para producirla, ni un proceso postulado “ad hoc” para causar que una forma concreta de energía actúe sobre el lienzo siendo emitida con una dirección determinada, siendo absorbida por el aire más o menos, o con un voltaje también arbitrario. Podría decirse que si una Resurrección idéntica volviese a ocurrir en circunstancias parecidas, esperaríamos una imagen semejante.

Otras sugerencias de emisión de partículas (protones de un cuerpo que se desintegra) o la comparación con los efectos de un láser sobre el lino no pueden justificarse por consecuencia alguna lógica de lo que la Ciencia, la Filosofía y la Teología nos ofrecen, aunque pudiesen darse directamente apelando a la Omnipotencia divina. Sí, pueden proponerse como formas más complicadas de obtener algunos efectos, pero la “navaja de Ockam” (la explicación más simple es preferible) favorecerá la más mínima intervención del poder divino.

Queda dicho explícitamente que no podemos comprobar en el laboratorio los procesos aquí descritos: no sabemos cómo hacer que aun la más mínima partícula deje de estar en el espacio-tiempo. Se habla a veces de un agujero negro diciendo que lo que allí cae queda fuera del espacio y tiempo accesible a nuestras observaciones, pero su campo gravitatorio sigue influyendo en el entorno, atrayendo nueva materia al pozo sin fondo del colapso total. No nos enseña nada útil para visualizar o comprender el nuevo modo de existir que la Teología afirma del cuerpo resucitado.

¿Qué intento conseguir con esta “Síntesis”? Tan sólo el añadir algo a ideas ya propuestas por otros, no para descartar sus contribuciones sino para desarrollarlas en un todo coherente. He introducido la idea de contacto sucesivo, implícita en la “transparencia mecánica” de Jackson, pero que él no menciona claramente. He añadido una fuente de algo equivalente a la “descarga de corona” de Fanti, pero sin los altos voltajes arbitrarios, al sugerir que la “carga espacial” contribuye energía a las reacciones de Maillard que serían responsables de diferencias de color (la celulosa no podría reaccionar de diversa manera en hilos contiguos). Propuse una razón de que el lienzo inferior toque la espalda por succión, atribuyendo ese hecho a la presión atmosférica y no a pilas de plantas o paquetes de mirra y áloe de Nicodemo. En cada caso creo que he considerado muy valiosas las ideas de muchos que han pensado profundamente sobre la Sábana de Turín durante años.

No pretendo haber resuelto el misterio a la satisfacción de todos, ni aun a la mía propia. Más bien pido que se me subraye cualquier punto débil de esta síntesis, y si alguien puede proponer algo más convincente, lo aceptaré con gusto. Todos podemos aprender de otros, y aun así es muy probable que nunca lleguemos a una explicación adecuada de esta reliquia asombrosa que atrae nuestra atención reverente: la imagen “no hecha por manos humanas” que muestra tan poderosamente la Pasión del Señor y que posiblemente también apunta a su Resurrección.

Manuel Mª Carreira Vérez, S.J., PhD
Universidad Pontificia Comillas, Madrid
Astrónomo Adjunto, Observatorio Vaticano
16 de Junio 2010

Fuente: Manuel Mª Carreira Vérez© – Hermandad Universitaria de Córdoba

 
 
 
 
 
 

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