SIGUE EL CURSO DE FORMACIÓN

El pasado sábado 8 de febrero tuvo lugar la quinta ponencia del curso de formación del presente año académico, a cargo de NH Miguel Rodríguez-Pantoja Márquez, catedrático de Filología Latina, que disertó sobre “Descuidos y errores en las traducciones de la Biblia”. Inició la sesión el Hermano Mayor, Alberto Villar Movellán, con las preces y a continuación presentó brevemente esta segunda intervención del ponente en el curso.

Hizo el conferenciante una introducción en la que explicó el sentido de las traducciones y los principales textos católicos que tenemos a disposición, especialmente la versión de la Biblia de Nácar-Colunga, la Biblia de Jerusalén y la de la Conferencia Episcopal Española, que es la que se utiliza actualmente para los textos litúrgicos. Planteó que se centraría, por razones de tiempo, únicamente en el Nuevo Testamento.

Ya entrado en materia, desgranó algunos términos y conceptos que pueden llamar a perplejidad a causa de la traducción, por ejemplo, la palabra celemín, que, aunque castellana, procede del árabe y lleva bastante tiempo en desuso por ser una medida arcaica: “Nadie enciende una lámpara y la pone en lugar oculto o debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que los que entran vean la luz” (Lc 11, 33). En realidad, el texto bíblico utiliza el término “modio”, que es palabra admitida por la Academia como medida de capacidad para el grano, que usaban los romanos: un cajón equivalente a unos 8’75 litros, o sea, el doble que el celemín.

Se refirió luego a temas conceptuales, que afectan incluso a las oraciones más conocidas, como el avemaría, tomada del saludo del ángel a María y del saludo de su prima Isabel. A diferencia de otros idiomas, en español se ha traducido por “Dios te salve María”, cuando Gabriel lo que le dice a la Virgen es un saludo, ave, que viene a ser ¡hola!, en griego, jaire, alegría, alégrate. Isabel la llama “bendita entre las mujeres”, no entre “todas” las mujeres. En relación con ello comentó el Ángelus, donde se ha deslizado últimamente una traducción inapropiada, cuando se dice: “el Verbo se hizo carne y ‘acampó’ entre nosotros” (Jn, 1, 14). Tanto en griego como en latín, las versiones de la Biblia dicen el equivalente a habitar, vivir entre nosotros. Es cierto que el griego usa el término eskenosen, que tiene también significado militar, referido a guarecerse en una tienda o barracón en descampado, pero éste no es el sentido de la venida de Cristo.

En la Misa dominical rezamos el Gloria con una traducción que también es discutida: Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis. La traducción “Gloria a Dios en las alturas” es correcta, lo mismo que “en los cielos”, porque se refiere a lo más alto. En cambio, “los hombres de buena voluntad”, que es en sí misma correcta, se presta a dudas acerca de si la buena voluntad procede de Dios o de los hombres, pues en griego, la palabra eudokias significa también benevolencia o complacencia. Por eso se ha optado en la Misa por “paz a los hombres que ama el Señor”. Pero el texto de la Conferencia Episcopal mantiene “los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14). El ponente apoyó repetidamente sus propuestas con las reflexiones que hace en esos pasajes Joseph Ratzinger, papa Benedicto XVI, en su conocida obra Jesús de Nazaret.

En la Pasión, se lee, en Marcos, que los judíos habían entregado a Jesús por “envidia” (Mc 15, 10). Pero el término latino invidia, que emplea el Evangelista, no significa envidia, sentimiento que en absoluto mostraban los judíos hacia Cristo, sino antipatía, odio o mala voluntad. “Odio” reflejaría mucho mejor el sentido del original.

Otro tanto vemos en Jesús crucificado entre dos “ladrones”, porque la versión latina utiliza el término latrones, que se refiere a ladrones, pero también a salteadores y bandidos. Es evidente que el horrible suplicio de la cruz no estaba prescrito en Roma para los que robaban, sino para los convictos de delitos mucho más graves, como el asesinato o la sedición. Se trata, en efecto, de malhechores, que en la versión griega, la original de los Evangelios, quedan reflejados mucho mejor como kakourgos. Los condenados con Cristo eran sin duda criminales o sediciosos, como Barrabás. La traducción de la Conferencia Episcopal ha corregido este error traduciendo por malhechores en el texto y, sin embargo, cuando en Lucas 23 titula el pasaje, vuelve a decir “Los dos ladrones”.

Los verdugos le dan a beber a Jesús una esponja empapada en vinagre (Jn 19, 29) y esto se tiene como ultraje último que se le hace a Cristo. Marcos dice que se le da acetum (Mc14, 36), una mezcla de vino y agua muy común entre los soldados; esa mezcla adquiría pronto un sabor agrio y, de ahí, que se hable de vino agrio o vinagre. Pero no hemos de verlo como burla, sino como reacción normal ante el condenado que pide de beber.

Tras la interesante ponencia, que fue muy aplaudida, se suscitó un animado coloquio, donde los asistentes aportaron sus inquietudes acerca del mal uso de los signos de puntuación en la traducción oficial de los textos de la Misa, o de la fórmula pro multis de la Consagración, o también, la frase “no conozco a varón” (Lc 1, 34) que, a veces se oye en la lectura del Evangelio correspondiente a la Anunciación. Cerró el Hermano Mayor, felicitando a NH Miguel Rodríguez-Pantoja por la amena y esclarecedora conferencia, y citó para la próxima, el 7 de marzo.

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